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José Sanz Aguado, el optimista incorregible

( Autor: © Javier Cordero Fernández )

          No se puede poner en duda, José Sanz Aguado fue un ajedrecista peculiar, probablemente único, y lo fue en lo bueno y en lo malo, con una personalidad que marcó su juego y su carrera en el mundo del ajedrez. Por sus éxitos y por sus contribuciones al desarrollo del ajedrez en España, se merece un hueco entre esos ajedrecistas que deben ser recordados.

          José Sanz Aguado nació el 20 de Noviembre de 1907, en Martorell (Barcelona). Sin embargo, pasó la mayor parte de su vida en Madrid, ciudad en la que falleció el 14 de Diciembre de 1969.

          Durante su niñez su familia se desplazó a Madrid, ciudad que se convertiría en su hogar permanente. Sanz apareció en los círculos ajedrecísticos madrileños en 1925, menguados círculos en los que había escasa actividad. Durante esos primeros años Sanz no logró destacar, estando siempre a la sombra de jugadores más relevantes como Abelardo Bretón, Luis Talavera, José de la Rosa, Fernando Lodo o Brígido Chamero. Sin embargo, estos jugadores tardarían poco en ser desplazados por una horda de jugadores jóvenes, con Sanz, Ortueta y Almirall a la cabeza, cuyo ímpetu les llevó a dominar el ajedrez madrileño durante la siguiente década.

Unos comienzos complicados

Díez del Corral (dcha) vs José Sanz

          No eran tiempos sencillos para el ajedrez, sin el motor del dinero ningún deporte puede crecer... y el dinero escaseaba entre los tableros de ajedrez. De este modo, no se organizaban torneos nacionales ni internacionales, salvo raras excepciones, y los ajedrecistas españoles debían conformarse con competir en los clubes de sus ciudades, siempre ante los mismos rivales, una y otra vez, condenados a repetirse, lo que lastraba enormemente el progreso de su juego. El problema se acentuaba cuanto más pequeña era la localidad, sometiendo a ciertos jugadores a un aislamiento nefasto para sus aspiraciones.

          Sanz empezó a sobresalir en 1928, año en que logró vencer en el torneo social del Club Centro Hijos de Madrid, entidad más destacada de la capital en esos años. En 1929 ocurrió algo fuera de lo común: se organizó un torneo internacional en Barcelona, lo que generó una gran expectación ya que se iba a contar con la presencia de Capablanca, Tartakower y Colle. Por este motivo, en distintas regiones de España se organizaron torneos clasificatorios para participar en Barcelona. Madrid contaba con dos plazas y la mencionada horda de jóvenes peleó por ellas con fiereza... era su momento. Finalmente Sanz, tras mucha lucha, se tuvo que doblegar ante Almirall y Ortueta que lograron la clasificación para Barcelona, aunque no directamente para el torneo internacional, ya que tuvieron que jugar una fase previa en la que ambos fueron eliminados (Almirall de forma muy polémica, ya que se resolvió un empate a puntos de forma poco clara).

          Con el cambio de década un nuevo club vio la luz en Madrid: el Club de ajedrez Madrid, en el que rápidamente se aglutinaron los jugadores más fuertes de la ciudad (incluido Sanz). Su sede, situada en el edificio del Círculo de actores (Príncipe, 27), se encontraba abarrotada al atardecer, justo al finalizar la jornada laboral, prolongando sus sesiones hasta bien entrada la noche. En sus 13 mesas se concentraba una actividad frenética; siempre ocupadas, los mirones las rodeaban tratando de que ninguna jugada escapase a sus ojos, comentando cada lance del juego, lo que creaba una curiosa atmósfera, entre silenciosa y agitada, que sólo se puede dar alrededor de unos tableros de ajedrez. Los Ortueta, Llorens, Cadenas, Almirall, Kern, Añón o el propio Sanz jugaban partidas amistosas, se lanzaban constantes retos o analizaban posiciones sin cesar. El presidente del club, el Sr. Sánchez Pérez, tuvo gran parte de culpa en el incremento de la actividad en los tableros madrileños. El club cambiaría su nombre a 'Casino Militar' en Enero de 1933, al fusionarse con el Centro Cultural del Ejército y de la Armada, y empezar a utilizar sus instalaciones.

           

Vicente Almirall, Martín de Ortueta y José Sanz, conocidos como los 3 mosqueteros castellanos

          Vicente Almirall logró el triunfo en el primer torneo social del nuevo club, aunque lo hizo de forma muy ajustada ya que finalizó empatado con Sanz; el ganador final se decidió mediante un match en el que Almirall venció con claridad: 6'5-2'5. Un año después, en 1931, Sanz logró desquitarse al arrebatar el título a su rival en un emocionante final: llegó empatado con Almirall a la última ronda y el azar quiso que se enfrentasen en la última partida, inclinándose, en esta ocasión, la balanza a favor del protagonista de este artículo. Pero un año después fue Almirall quien volvió a hacerse con la victoria, en esta ocasión de forma contundente al aventajar a Sanz, 2º clasificado, en 3 puntos: Ver clasificación. La ausencia de Almirall en la edición siguiente permitió a Sanz recuperar el título de campeón del club en un largo y agotador torneo: Ver Torneo social de 1933.

          La actividad seria era prácticamente nula, por lo que era habitual la organización de torneos de entrenamiento, como la competición que se ideó a finales de 1930 para que Golmayo se pudiese preparar de cara a su match contra Rey Ardid por el título nacional. Golmayo venció con claridad y Sanz tuvo una gran actuación al finalizar en 2º lugar: ver tabla. Esta precaria situación forzaba a todos los jugadores de la época a ser amateurs, sin poder dedicarse al ajedrez en exclusiva. El campeón de España, Manuel Golmayo, era militar (como también lo fue su hermano Celso), Rey Ardid era psiquiatra, Almirall ingeniero industrial y José Sanz tenía un puesto de funcionario en Correos, al igual que lo tuvieron más tarde Pomar o Eduardo Pérez.

          Los grandes dominadores del ajedrez madrileño eran Almirall, Ortueta y Sanz, ellos ocupaban inamoviblemente los primeros puestos de cada competición. Martín de Ortueta era un constante azote para Sanz, un mazo que golpeaba insistentemente su tablero; su estilo creativo y agresivo se atragantaba a su metódico rival, que se veía obligado a inclinar su rey en demasiadas ocasiones ante el empuje de los violentos ataques que lo acosaban. Con el paso de los años Sanz logró revertir esta situación, siempre a base de trabajo y tesón. Realmente Ortueta era su antítesis: uno era metódico y trabajador, cimentando su juego en una sólida preparación; el otro era pura improvisación, siempre mirando hacia delante incapaz de contener una energía que parecía bullir de su interior y también incapaz de prepararse adecuadamente (argumentando una constante falta de tiempo), lo que le obligaba a improvisar durante la apertura.

José Sanz vs Ángel Ribera

          En 1931 Sanz logró uno de los triunfos más importantes de su carrera: se proclamó primer campeón de Madrid. Aún no existía la Federación castellana de ajedrez, pero con mucha dedicación se pudo organizar este torneo que congregó a los jugadores más importantes de la región. Las crónicas nos cuentan que Sanz no partía como favorito, pero, dispuesto a desafiar a la lógica, logró encaramarse en lo alto de la clasificación desde los primeros compases y en ese estado de optimismo nadie pudo apearle de su privilegiado lugar, cimentando su triunfo en las victorias logradas ante sus rivales directos, que como siempre fueron Almirall y Ortueta: ver detalles del campeonato. Durante gran parte del torneo, el joven Alfonso Cadenas (considerado niño prodigio del ajedrez madrileño unos años atrás) fue el gran rival de Sanz, aunque perdió sus opciones en las últimas rondas. Un lector del Diario El Sol no quiso aceptar el triunfo de Sanz y lanzó un sorprendente reto: donaba 1.000 ptas (cifra considerable para la época) para la organización de un match entre Cadenas y Sanz, apostando a que Cadenas sería el vencedor sin ninguna duda; a pesar de que la proposición parecía seria, no prosperó.

          Los buenos resultados avalaban a Sanz y la Federación española decidió darle una de las plazas para el equipo nacional que participaría en la Olimpiada de Praga (esta sería su única participación en esta competición). España tuvo una pobre actuación en la Olimpiada, ocupando el último lugar, y Sanz mantuvo el mismo tono gris jugando en el tablero reserva al lograr sólo 3'5 puntos en 15 partidas. Los ajedrecistas españoles pagaban su escasa participación en citas importantes, incapaces de rendir adecuadamente cuando había que jugar partidas de nivel cada día, sin la capacidad para aguantar semejante presión y sin la preparación adecuada para acometer lo que se conocía como la práctica del ajedrez magistral.

          En 1932, en la soleada ciudad de Valencia, se organizó un torneo de candidatos al título de campeón de España que ostentaba Rey Ardid. Sanz estuvo a gran nivel en esta importante cita, peleando por un triunfo que finalmente se escapó por dos inesperadas derrotas ante Domínguez y Fernández Avellán. Sanz finalizó en tercer lugar a dos puntos de Casas, por lo que recibió el título de Maestro Nacional por su actuación. Sanz jugó una parte del torneo con un resfriado, lo que pudo mermar su juego o al menos así lo creyó nuestro protagonista.

          Ese tipo de justificaciones fueron una constante a lo largo de su carrera, las cuales estaban ligadas a una confianza en sí mismo que le hacía creer que no podía ser derrotado por ningún rival, haciendo que en cada partida la victoria se convirtiese en una obsesión, único modo de demostrar su supuesta superioridad. Conocer estos aspectos de la personalidad de Sanz es indispensable para llegar a conocer al ajedrecista, por lo que en el siguiente apartado trataré la influencia de su optimismo sin límites y su fuerte carácter en su estilo de juego:

En el mejor momento de su carrera

          Y los años 30, la gran época dorada de Sanz, fueron discurriendo de esta forma casi monótona, siempre con los mismos torneos sociales, siempre con las mismas dificultades para conciliar la vida laboral con el ajedrez (Sanz solía viajar fuera de Madrid por este motivo, perdiendo alguna partida por incomparecencia). Y también con algunos problemas de salud, que resultaron preocupantes cuando Sanz perdió el conocimiento y se calló al suelo durante una partida que le enfrentó a Añón en 1931.

          En ocasiones la monotonía del ajedrez castellano se rompía con la llegada a Madrid de algún maestro extranjero, lo que se aprovechaba para organizar un pequeño torneo que sirviese para que los jugadores locales se pudiesen enfrentar al ilustre visitante. Así ocurrió con el sueco Ored Karlin en 1933 (motivo por el que se organizó el siguiente torneo) y con Aristide Gromer en Septiembre de 1934. El maestro francés dio sesiones de simultáneas, participó en un torneo contra los mejores jugadores madrileños, en el que Sanz finalizó 4º, dio una conferencia sobre la historia del ajedrez, y jugó dos encuentros amistosos con Sanz y Ortueta. Ambos encuentros se jugaron a 5 partidas y con una bolsa de premios de 225 ptas (75 aportadas por Gromer y 150 aportadas por sus rivales en ambos casos). Gromer venció a Sanz de forma ajustada, 3-2, y de forma más clara a Ortueta, 4-1 (pueden ver alguna de las partidas en el archivo pgn adjunto).

          El nombre de José Sanz era muy popular en España, aunque más allá de las fronteras españolas era un auténtico desconocido... o al menos lo fue hasta Junio de 1933, fecha en que su nombre resonó con fuerza en los cuatro puntos cardinales del planeta ajedrecístico gracias a un maravilloso final que jugó ante Ortueta. Dicho final ha sido publicado en incontables ocasiones y ha sido sometido al análisis de los jugadores más importantes. Sin embargo, la partida Ortueta-Sanz siempre ha estado empañada por la sospecha, dudas que afectan a su autenticidad, misterio que podéis conocer en el siguiente enlace:

          Sanz no se limitó únicamente a la competición, también trató de contribuir al desarrollo del ajedrez en Madrid. Para ello daba conferencias en las que disertaba sobre la historia del ajedrez o repasaba la actualidad internacional. También fue columnista del Diario Luz entre los años 1932 y 1934, con una colaboración semanal donde trataba la actividad del ajedrez madrileño, así como interesantes pinceladas sobre el ajedrez internacional y un apartado de estudios y finales. Siendo realistas, hay que resaltar que Sanz no era un gran escritor, pero poseía amplios conocimientos sobre todo lo relacionado con el ajedrez. Justo al finalizar su colaboración en Luz, Sanz comenzó a dirigir la revista "Ajedrez español", una publicación de verdadera calidad que llenaba el enorme vacío existente, ya que no existía ninguna revista de carácter nacional en aquella época. Sanz consiguió importantes colaboraciones para la revista, como las de Capablanca, Alekhine, Koltanowski, Flohr, Tartakower o Znokso Borovsky, siempre gracias a un gran esfuerzo y perseverancia, y en ocasiones sin rentabilidad alguna, viéndose obligado a cuadrar las cuentas con su propio dinero. Por desgracia, el comienzo de la Guerra Civil puso fin al proyecto en Julio de 1936.

          Nuevas ideas relacionadas con el ajedrez rondaban su cabeza sin cesar, cristalizando en proyectos que siempre estaban encaminados al crecimiento de este deporte en Madrid. De este modo, Sanz impulsó la creación de una sección de ajedrez en la Sociedad Cultural Deportiva, la cual vio la luz el 5 de Enero de 1936, desvinculándose del Club de ajedrez Madrid (de hecho varios clubes de ajedrez se crearon en esos últimos meses, nutriéndose de antiguos jugadores del club). Se inauguró la sección con una conferencia sobre la Historia del ajedrez impartida por Sanz, que luego dio una sesión de simultáneas a 20 tableros (+14 -3 =3). Se cerró el acto con dos partidas a la ciega jugadas en consulta por Fuentes y Ganzo con un resultado de +1 -1.

Simultáneas de Sanz en la inauguración del Club Cultural Deportiva

La Guerra quebró los tableros de ajedrez

          Cuando mejor marchaban las cosas para nuestro protagonista, el horror, en forma de guerra civil, se extendió con rapidez por todo el país paralizando toda actividad. Sanz sufrió en primera persona la crudeza del conflicto al perder una pierna, no se sabe si durante un bombardeo o en combate. El ajedrez madrileño acusó el golpe, varios clubes acababan de ser creados: Real Madrid CF (que contaba con Almirall, Fuentes y Kern), la Cultural Deportiva (creado por Sanz y con Ganzo entre sus filas), Club Internacional (creado por Ortueta) y Club Golmayo (que contaba con Alfonso y Galindo)... tras la guerra todos ellos desaparecieron salvo el Club Real Madrid, entidad que terminó fichando a Sanz.

          Tras la Guerra, Sanz abandonó España y pasó unos años en Francia, donde, como no podía ser de otra forma, buscó y encontró a su querido ajedrez. El motivo de este exilio voluntario tuvo su origen en la pérdida de su puesto en Correos, aunque años después sería readmitido, pudiendo regresar a España. En París, Sanz entró en contacto con varios maestros destacados, como Rossolimo o Znosko Borovsky (con quienes mantenía largas charlas sobre la historia del ajedrez o sobre teoría), enrolándose en el club de ajedrez del Palais Royale (París), que tenía su sede en el café Anglaterre. De este modo, se mantuvo muy activo, participando en muchos torneos, sobre todo competiciones menores que organizaban los clubes o sociedades de ajedrez (como el club de la Bastilla, situado en el Café Enrique VI)... los grandes torneos estaban alejados de París, que pasaba por tiempos difíciles. Sanz finalizó en segunda posición en un pequeño torneo internacional organizado en París: Torneo de París 1941.

          Sanz regresó a los torneos españoles en el año 1942 y lo hizo con notable éxito al imponerse con claridad en el torneo de otoño del Real Madrid CF, batiendo a maestros contrastados como F. J. Pérez, Fuentes y De Agustín: ver tabla. Este resultado causó sorpresa en los medios madrileños, que antes del torneo habían hablado de un Sanz bajo de forma por su inactividad durante los últimos años. Nada más lejos de la realidad, Sanz se había mantenido muy activo en París y había aprovechado la experiencia para aprender junto a maestros de gran nivel mientras sus rivales aún estaban intentando rehacer sus carreras tras la guerra en un ajedrez casi parado.

            La guerra había cercenado las posibilidades de progreso de la mayoría de jugadores españoles, sumiéndoles en un estancamiento que afectó enormemente a su juego. En ese ambiente, un ajedrecista trabajador y bien preparado, como lo era Sanz, pudo subir un escalón que antes era inaccesible para él: salto que comenzó a dar con su victoria en el torneo de candidatos al Campeonato de España de 1943. Este resultado representó una gran sorpresa por partida doble: Sanz no partía como favorito (Medina o Albareda eran los nombres que más sonaban en las apuestas) y comenzó el torneo de forma desastrosa con 0'5 puntos en las 3 primeras rondas, lo que casi le descartaba para el triunfo final. En ese momento entró en juego una de sus características principales: el tesón; sin desanimarse, comenzó a lograr una victoria tras otra limando poco a poco la diferencia que le separaba de los puestos cabeceros. La recuperación de Sanz fue histórica, logrando vencer en el resto de rondas que quedaban, lo que le permitió alcanzar a Miguel Albareda y finalmente superarle gracias al desempate. De este modo, Sanz había ganado el derecho a luchar por el título que ostentaba Rey Ardid desde 1930: Ver clasificación.

          Arrebatar la corona a Rey Ardid se antojaba una tarea digna de titanes, no en vano el campeón de España había vencido con rotundidad en todos sus anteriores encuentros. Pero el Doctor Rey no atravesaba por su mejor momento, volcado en su profesión había descuidado su preparación, lo que representó una oportunidad que Sanz no podía dejar pasar. Desde un principio ambos jugadores entraron en una encarnizada lucha cuerpo a cuerpo, sin respiro, sin especular con el resultado, lo que se tradujo en varias alternativas en el marcador: empezó mandando Rey Ardid tras un triunfo fulgurante, el cual no pareció afectar a Sanz que logró remontar el marcador hasta un 2-1 a su favor, resultado que volvió a sufrir un giro de 180º para ponerse 2-3 a favor del campeón vigente. Sin embargo, el esfuerzo pasó factura a Rey Ardid, que empezó a jugar sin tanta energía, viéndose incapaz de ganar una partida más. De este modo se llegó a la última partida con empate en el marcador, empate que favorecería al campeón, que retendría el título en ese caso. Rey Ardid siempre fue un caballero fuera y dentro del tablero, y encaró la última partida sin especular, demostrando que para él era una deshonra conseguir el título buscando unas mediocres tablas. Rey Ardid, cegado por su ansía de victoria, declinó un cambio de damas en la jugada 23 y lanzó un ataque demasiado arriesgado que no logró su objetivo; Sanz contraatacó con rapidez y logró una victoria sin paliativos que le alzaba al punto más alto de su carrera en el tablero.

          Como campeón de España, Sanz fue requerido desde distintas ciudades para mostrar y demostrar su juego ante unos aficionados deseosos de verle en acción. De este modo, comenzó una interminable y agotadora gira de simultáneas que le llevó a varias poblaciones del norte de España. En el siguiente enlace pueden conocer algunos datos de simultáneas que Sanz dio a lo largo de su carrera:

          La estancia de Sanz en la cima del ajedrez español fue breve y supuso el comienzo de una lenta caída. La aparición de nuevos talentos, como Medina, Pérez o Pomar, fue como un terremoto que sacudió el ajedrez español y derribó los pilares anteriormente asentados. Sanz se vio superado por unos jugadores tan bien preparados como él y que tenían un talento incuestionable. Precisamente fue Medina el que desprendió la corona de campeón de España de su cabeza con un fuerte manotazo en forma de sensacional actuación en el Campeonato de 1944 (primero que se disputaba como torneo, de 7 participantes en concreto), logrando 10 puntos en 12 partidas; Sanz sólo pudo ser 4º con 5'5 puntos. Sanz no volvió a tener una actuación destacada en el Campeonato nacional, confirmando que su tiempo estaba quedando atrás. (Ver Campeonatos de España).

Ramírez (dcha) vs José Sanz, 1963

Un lento ocaso, aunque todavía en la senda del triunfo

          Tras ceder el trono del ajedrez español, el ánimo de Sanz no se resintió, su ego era incorruptible y seguía confiando en sí mismo hasta límites que sólo él podía alcanzar. En las tardes de ajedrez del café Imperio, donde se reunían los ajedrecistas madrileños por aquel entonces (Juan Manuel Fuentes jugaba allí a diario y daba clases de ajedrez), solía comentar que había recuperado la forma y que no habría jugador en España que pudiera derrotarle: «estoy dispuesto a jugar un encuentro con quien haga falta. Medina aún está verde y Golmayo está marchito, por lo que es mi generación la que debe triunfar»... ¡qué equivado estaba!

          En la década de los 40 el cielo ajedrecístico en España se fue abriendo, aunque todavía se podían ver algunas nubes oscuras. Por primera vez se organizaban torneos con cierta regularidad, pero en su mayor parte se trataba de competiciones menores en las que se contrataba a un par de maestros de nivel que debían competir con los mejores jugadores locales. En este escenario Sanz cobró protagonismo, era uno de los jugadores más valorados a nivel nacional y fue uno de los maestros invitados en muchos de estos torneos. Sanz logró rendir a buen nivel en este tipo de competiciones, consiguiendo el triunfo en Cáceres 1946 y 1947, Albacete 1948 y Málaga 1949, abanico de triunfos que podía haber sido más amplio de haber sabido rematar torneos que tenía bien encauzados y en los que terminaba cediendo tras alguna sorprendente derrota en alguna partida. Sus actuaciones en torneos de más calado fueron menos destacadas, sobre todo en los que tenían carácter internacional. Aún así, logró un importante triunfo en Berga 1952, torneo internacional en el que se enfrentó a rivales de la entidad de Donner, Torán, Popel o F. J. Pérez, y rozó la victoria, tras una buena actuación, en Santander 1958. A estos triunfos hay que sumar 7 victorias en torneos sociales en los distintos clubes a los que perteneció, la mayoría logradas antes de la Guerra. No me voy a extender demasiado en tratar sus actuaciones concretas en torneos, ya que se pueden consultar en detalle en la sección de palmarés.

          En 1950, debido a un cambio de destino relacionado con su puesto de trabajo en Correos, se trasladó a Barcelona. Rápidamente se introdujo en los círculos ajedrecísticos de la ciudad condal enrolándose en el Club de ajedrez Barcelona. En Cataluña encontró rivales duros que le impidieron sobresalir como él hubiese deseado, incluido Francisco José Pérez, que por aquel entonces también se encontraba residiendo en Barcelona y que sí consiguió competir con verdadero éxito. Sanz mantuvo su peculiar forma de ver la realidad, tal vez algo pueril y en ocasiones prácticamente imaginaria, y cuando Pablo Morán le preguntó cómo le iba en Barcelona contestó sin inmutarse: "Bien, bien... la verdad es que no encuentro resistencia por allí".

          En 1955 retomó la dirección de la revista "El ajedrez español". Esta publicación había reaparecido al finalizar la Guerra Civil bajo la dirección de Francisco Ojeda Cobos, para luego pasar por las manos del reputado editor Ricardo Aguilera. Sanz editó "El ajedrez español" hasta 1960, año en que cedió el testigo a José Luis López Iglesias, que transcurridos unos años se lo cedería a su vez a Román Torán. Sanz dejó su sello personal en los años en que fue director, los números que publicó se diferencian claramente del resto por tratar más en detalle los acontecimientos del ajedrez español, mientras los demás editores, sobre todo Torán, se centraron más en lo que acontecía en el panorama internacional.

          En 1957 Sanz participó en el torneo de Gardone Riviera (Italia). Sorprendentemente este sería su primer torneo individual lejos de España, años después jugaría en Reggio Emilia y al final de su carrera es Islas Feroe. El torneo italiano, jugado con el sistema suizo, representó una dura prueba, ya que esta población se encontraba muy próxima a la frontera con Yugoslavia y varios maestros de este país acudían cada año a esta modesta competición. Sanz finalizó 6º y no pudo evitar volver a recurrir a una nueva excusa: se vio muy perjudicado por el ritmo de juego (25 jugadas por hora). El torneo fue ganado por Mario Napolitano.

          En 1958 dejó de formar parte del Real Madrid CF para pasar a engrosar las filas del Club de ajedrez Maira, con el que se proclamó sorprendente campeón de Castilla por equipos ese mismo año. Y la sorpresa fue mayúscula ya que en las filas de este club sólo se encontraban Sanz y Fuentes junto a otros jugadores de poco renombre. A mediados de los 60 regresaría al Real Madrid CF, con el que participaría en varios Campeonatos de España por equipos.

          En la década de los 60 Sanz tuvo que batallar contra un constante deterioro de su salud, desagradable lucha que no consiguió separarle de su querido ajedrez, aunque si consiguió alejarle de los tableros durante largas épocas. Sanz siguió participando en torneos, aunque de forma esporádica y sin la fuerza que siempre mostró en épocas anteriores (aunque aún era capaz de brillar, tal como hizo en la localidad francesa de Vence). De todos modos, su reputación se mantuvo prácticamente intacta, como lo prueba el hecho de que fuese seleccionado como primer tablero para el encuentro que debía enfrentar a Madrid con Lisboa; Madrid venció con claridad por 19-13 y Sanz tuvo una gran actuación al derrotar a Joaquim Durao por 2'5-1'5.

339 partidas de José Sanz

Palmarés de José Sanz

          El mérito de Sanz es mayor del que pueda parecer. Procedía de una época donde había grandes dificultades para competir y progresar, y aún así logró mantenerse entre los ajedrecistas más destacados del país durante 4 décadas. De hecho, fue el único de los jugadores madrileños de los años 30 que logró proseguir con éxito sus andanzas en el tablero, los otros dos grandes representantes del ajedrez castellano, Almirall y De Ortueta, desaparecieron de la escena ajedrecística en los años 40 (Almirall debido a problemas de salud).

          La luz de José Sanz, que parecía inagotable, se apagó definitivamente durante la Navidad de 1969. Con su desaparición se fue gran parte de una época y, sobre todo se fue un jugador irrepetible, con sus manías y con sus defectos, pero con un entusiasmo que siempre le permitió superarse y alcanzar grandes éxitos ayudando, a su vez, al crecimiento de un ajedrez español que se encontraba aletargado.

          Cerremos el telón de este artículo con unas partidas brillantes jugadas por Sanz, a pesar de que su estilo era eminentemente posicional, en ocasiones remataba sus partidas con interesantes golpes tácticos:

Javier Cordero Fernández

(11 Diciembre 2017)


BIBLIOGRAFÍA

"Los campeones y los campeonatos de España". Pablo Morán

Hemerotecas: Luz, El Sol, La Nación, ABC, La Vanguardia y Mundo Deportivo

Varios números de las revistas El ajedrez español y Trebejos


 

 

Un puzzle al que le faltan piezas

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