A
la sombra de un apellido

El paso de Pablo de Unamuno
por los tableros de ajedrez
( Autor:
© Javier Cordero Fernández )
Los hijos de personajes célebres no suelen tener una
existencia sencilla, el peso de su apellido es un fardo en
ocasiones demasiado molesto que termina condicionando sus vidas: sin desearlo
los focos siempre les apuntan, las miradas se posan en
ellos cuando entran en un lugar, y cuando desarrollan
cualquier actividad son examinados con detenimiento.
Comienzan entonces una constante lucha por encontrar su propio
camino lejos de la celebridad de su apellido, y así lo hizo
Pablo de Unamuno Lizárraga, que supo caminar con acierto por una
senda de casillas blancas y negras, la cual siempre discurrió por su querida, y bella, Salamanca.
De todos es conocida la tumultuosa afición de Miguel de
Unamuno por el ajedrez, que jugó de forma casi obsesiva
durante su juventud y que criticó, junto a los juegos de
cartas, en varios de sus escritos posteriormente. En una casa donde torres y alfiles
estuvieron muy presentes,
tres de sus hijos, Fernando, Pablo y José,
desarrollaron una gran afición por este juego, siendo los
dos últimos habituales en las contiendas ajedrecísticas charras de
los años 30.
A José, tras estudiar Medicina y luego Matemáticas,
especialidad en la que logró obtener una cátedra, la vida le
llevó de un lugar a otro, cambiando de ciudad sin
terminar de asentarse en ninguna, como si se tratase de un
nómada siempre en movimiento. Puede que en este
constante devenir influyera su desempeño durante la
guerra civil como asesor de tácticas de guerra para la
República: José logró algo que se antojaba complicado, salvar la vida tras la
contienda,
pero probablemente fue una persona siempre bajo sospecha.
Cuando abandonó Salamanca, su
nombre desapareció de las crónicas y de los tableros, lo
que fue una lástima ya que su nivel de juego no distaba demasiado
del de sus hermanos mayores, como lo prueba su tercer
puesto en el Campeonato de Salamanca de 1929. Sin embargo,
tras muchas idas y venidas, reaparecería años después en los círculos ajedrecísticos
madrileños de finales de los cuarenta enrolado en el Club
Alfil, jugando distintos
torneos, aunque sin demasiado éxito: el ajedrez no suele
perdonar el paso del tiempo y el distanciamiento.

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Fernando
de Unamuno |
José
de Unamuno |
Fernando, a diferencia de sus hermanos, nunca llegó a
competir en Salamanca. Se estableció en Palencia, donde trabajó como arquitecto del Ayuntamiento,
y allí participó en torneos de ajedrez con regularidad y
éxito, logrando diversos triunfos a nivel local y provincial (como los campeonatos
de Palencia de 1928 y 1933). Con los años fue reduciendo
su actividad y tras la guerra dejó de competir. En su
trayectoria se pueden encontrar resultados destacados, como
una victoria ante José Sanz Aguado y unas tablas contra
la alemana Sonja Graf, ambos logrados en sesiones de simultáneas.
Por su parte, Pablo fue el estandarte del
ajedrez salmantino durante muchos años y supo
mantenerse en ese lugar, o próximo a él, durante dos
décadas... a sus logros estarán dedicados los siguientes
párrafos.
Pablo Gumersindo de Unamuno Lizárraga, segundo hijo de Miguel
De Unamuno (de un total de nueve), nació el 13 de
enero de 1894 en Salamanca. Tras una infancia sin
contratiempos, que se desarrolló siempre en Salamanca, la vida le condujo por derroteros
distintos a los de su padre: se licenció en Medicina en
el año 1918 —con una nota de sobresaliente—, en
la especialidad de Odontología, un mundo muy alejado del
universo de las letras. A bocas y dientes se dedicó desde
entonces, aunque también encontró tiempo para el ajedrez
(que aprendió de manos de su padre durante la
adolescencia), su pasatiempo
favorito, que le dio un buen número de alegrías.
Al
ajedrez se consagró con energía durante sus años
juveniles, lo que le permitió progresar de forma
constante.
Más adelante pudo perfeccionar su juego gracias a las tardes de
ajedrez que compartió con Celso Golmayo de la Torriente a
mediados de la década de 1910, un aprendizaje que resultó extremadamente
útil para el jugador salmantino y que tal vez marcó la diferencia
con los rivales que encontraría posteriormente en los
tableros de su ciudad natal. En esos tiempos, donde el ajedrez
era residual en España, los hermanos Celso y Manuel
Golmayo sobresalían por encima del resto de ajedrecistas del
país: Manuel fue campeón nacional de 1902 a 1930, pero
los que vieron jugar a Celso afirman que su nivel era muy
parecido al de su hermano, aunque su frágil salud le
impidió competir con un mínimo de normalidad. Las
reuniones de Pablo de Unamuno con ambos hermanos fueron
frecuentes, no en vano los dos eran militares
de profesión (Celso era Teniente y Manuel, Comandante) y estuvieron destinados en Salamanca durante
muchos años, sirviendo en el Regimiento de caballería de
Albuera, por lo que las oportunidades de coincidir con ellos
nunca faltaron.

Concha
Lizárraga con siete de sus hijos, año 1924. De izda a
dcha: Ramón, Felisa, José, hermana de Unamuno, Pablo,
Concha Lizárraga, Rafael, y sentadas María y Salomé
El servicio militar, que realizó durante el año 1921, le alejó del ajedrez,
separación que se prolongó durante varios años ya que Pablo decidió dedicarse a otros deportes,
como la pelota vasca, el billar (en el que se destapó
como un brillante jugador), la esgrima o el fútbol. Sin embargo, el ajedrez
ejercía una gran atracción sobre él y finalmente decidió regresar
a jaques y estrategias escaqueadas, para quedarse... y lo
hizo con notable éxito, logrando erigirse en el gran dominador del ajedrez
salmantino de finales de los años veinte, un ajedrez
desorganizado y minoritario, de café. La situación era
parecida a la de otras ciudades españolas, el desorden
era absoluto y esto no cambiaría hasta bien entrados los
años treinta. El café Novelty aglutinaba el movimiento
ajedrecístico de la ciudad, allí se reunían los
ajedrecistas salmantinos y entre sus paredes se jugaban los
escasos torneos que se organizaban por aquel entonces,
como el primer campeonato de Salamanca, que se puso en
marcha un lejano 21 de marzo
de 1929. Pablo de Unamuno, sabedor de la importancia histórica de
esta cita, quiso estar a la altura del momento: jugó con decisión desde el inicio, dominando el torneo con autoridad, podemos
decir que con cierta
superioridad, convirtiéndose en el primer campeón de la
ciudad. El torneo fue un auténtico caos organizativo.
Todo comenzó con gran rectitud, un calendario de juego
bien definido, categorías bien estructuradas... pronto
todo se torcería: se produjo el aplazamiento constante de partidas,
los participantes casi nunca estuvieron disponibles al
completo, siempre condicionados por responsabilidades laborales o familiares;
en el ecuador del torneo algunos ajedrecistas
habían disputado siete partidas mientras otros sólo
habían jugado en dos ocasiones. Para confundirlo todo aún
más, se incluyeron dos jugadores cuando ya se llevaban
varias rondas disputadas y otros participantes abandonaron la
competición. Pablo de Unamuno logró alzarse por
encima de tanta confusión y convertirse en el ganador,
mientras su hermano José conseguía finalizar en una
meritoria tercera posición:
Campeonato de Salamanca 1929.

Café
Novelty. Situado en la Plaza Mayor de Salamanca, El
café Novelty fue
fundado el 2 de mayo de 1905 y permanece abierto a día de hoy, aunque
ocupa una cuarta parte del espacio que ocupó en sus
primeros años. El Novelty era un café literario, tan de
moda en aquel entonces entre los intelectuales, y
era frecuentado casi a diario por Miguel de Unamuno o
Gonzalo Torrente Ballester. Su decoración modernista se asemejaba a un
palacio, con lujosas lámparas, tapices en las paredes,
ventanas de llamativos cristales de colores y una
espectacular claraboya. Una orquesta tocaba todas las noches en uno de
los salones del café.
Este primer impulso no tuvo continuidad y el campeonato de
Salamanca no se volvió a celebrar hasta 1933, cuando se
organizó un torneo para designar el aspirante al título
que ostentaba Pablo de Unamuno, el cual, tras apretada
lucha, fue ganado por Jerónimo Téllez de Meneses.
Aspirante y campeón disputaron un encuentro en el que
Téllez de Meneses demostró encontrarse en mejor forma,
logrando la victoria de forma clara por 5-2. Merece la pena
conocer el desarrollo de este campeonato, una larga
competición que se remató con varias actividades: Campeonato
de Salamanca 1933.
No resulta
sencillo establecer el verdadero nivel de juego de Pablo
de Unamuno. Los jugadores salmantinos competían a nivel local y rara
vez abandonaban Salamanca, dilema en el que también se
sumió
nuestro protagonista: vivió durante toda su vida en la
capital del Tormes y eso limitó mucho su posible progreso
en el ajedrez. Otros jugadores se establecieron en Madrid
o Barcelona, donde pudieron mejorar a pasos agigantados.
Con su vida laboral resuelta, y un gran apego por la
tierra que le vio nacer, Pablo de Unamuno fue uno más de
esos ajedrecistas que poblaban las ciudades pequeñas de
este país que se vieron condenados al anonimato, sin
lograr salir de él... tal vez sin querer salir de él.
En cuanto a su estilo de juego, a la vista de las partidas
que han llegado hasta hoy y de lo comentado en las
crónicas, se trataba de un jugador muy sólido, de juego
estrictamente posicional y buen dominador de los finales.
En posiciones difíciles siempre se mostró tenaz, con una
resistencia inquebrantable que le hacía encontrar
recursos defensivos escondidos en las profundidades del
tablero. Con frecuencia buscaba simplificar las
posiciones, circunstancia de la que sus rivales huían
temerosos de su buen dominio de los finales. Parece que en ocasiones le costaba rematar partidas que
llevaba bien encaminadas, sobre
todo ante rivales complicados. Curiosamente no era un
experto en la teoría y fiaba su suerte a su comprensión del
juego y a su facilidad para situar sus piezas en los
lugares más adecuados.
En 1933, tratando de involucrarse aún más en el ajedrez
de la ciudad, fue nombrado presidente del Club de ajedrez
Salamanca; había mucho trabajo por delante, ya que el
ajedrez regional no estaba creciendo al mismo ritmo que en
otras ciudades, sobre todo a nivel organizativo... y fue su
propia vida la que creció sólo un año
después al casarse con Josefina Pérez de la Torre,
unión de la que nacerían cinco hijos, larga familia que supo
pelear ante las adversidades que pronto aparecerían.

Pablo
de Unamuno junto a su esposa y sus dos primeros hijos
En 1935 se volvió
a poner en juego el título de campeón provincial y
nuestro protagonista estuvo muy cerca de recuperarlo: tras dominar
con claridad la mayor parte del torneo
de semifinales (cuyo ganador disputaría el título al
vigente campeón, Téllez de Meneses), sufrió un bache en su juego que le privó del
triunfo en las rondas finales, el cual fue a parar a manos
de Fernando Serviá, que venció en el desempate a Luis
Domínguez Guilarte: Campeonato
de Salamanca 1935.
Pero de repente Pablo dejó de competir. Graves problemas
en su visión, debidos a un desprendimiento de
retina, le obligaron a tomar esta drástica
decisión en torno al año 1936 ante la dificultad para
poder concentrarse fijando la vista en un punto
determinado, algo incompatible con el ajedrez. Vinieron
tiempos complicados, Pablo se vio obligado a abandonar su
trabajo como dentista y, para añadir aún más
dificultades, en España estalló un conflicto que cubrió
todo de un velo negro: la guerra civil. La tragedia siguió su
andadura imparable cuando su padre, el extraordinario
escritor y pensador Miguel de Unamuno, falleció durante
los primeros meses de la contienda. La vida estaba
golpeando con dureza implacable, pero la familia supo mantenerse
firme y en pie: su esposa Josefina se destapó como una
talentosa artista que pintó cientos de cuadros, muchos de
los cuales fueron premiados, lo que alivió la situación económica
familiar al conseguir vender sus obras a lo
largo y ancho del país. Pablo no pudo volver a ejercer
como dentista, aunque se reinventó trabajando como
representante médico.

Josefina
Pérez de la Torre y Pablo de Unamuno... y una de las
obras de Josefina
Estas dificultades no supusieron el final de la historia
ajedrecística de Pablo de Unamuno: a principios de los
años cuarenta,
sobreponiéndose a sus dolencias, regresó a los tableros. Con más
experiencia, más curtido por la vida, logró varios
éxitos en los años siguientes y se volvió a situar
entre los mejores jugadores salmantinos. Por aquel
entonces Julio Ganzo, reputado jugador y destacado
historiador, residía en Salamanca y competía con
asiduidad, lo que tal vez nos sirva para situar el nivel
del ajedrez charro: Ganzo logró distintos éxitos durante aquella
época, pero fue derrotado en varios torneos y campeonatos
por los jugadores locales, lo que nos viene a decir que su
nivel de juego no distaba demasiado del de los Unamuno,
Domínguez Guilarte o Fernando Serviá.
Tras la guerra civil el ajedrez estaba paralizado y costó
un gran esfuerzo volver a ponerlo en marcha. En Salamanca
se fundó la Peña ajedrecista Ruy López, por lo que por
primera vez la ciudad contó con dos entidades
importantes (el Club de ajedrez Salamanca había
aglutinado toda la actividad en los años anteriores), lo que repercutió de forma positiva en
jugadores y aficionados. Como es lógico, surgió una sana
rivalidad entre ambos clubes que tuvo su punto de
confrontación en un doble encuentro que disputaron en el
otoño de 1941... Pablo de Unamuno venció en sus dos
partidas, pero su club perdió el duelo: Peña
ajedrecista Ruy López vs C A Salamanca 1941.

Pablo
de Unamuno siempre permaneció fiel a su club, el Club de
ajedrez Salamanca
El ajedrez no se había olvidado de Pablo, solía
acudir al café Pasaje donde los aficionados se acercaban
a él para escuchar las historias de los comienzos del
ajedrez de la ciudad y donde jugaba partidas en
consulta contra varios rivales. Sorprende que tras tantos años de inactividad, en los que
no pudo entrenar al no poder leer ningún tipo de escrito,
lograse
retomar la senda del éxito con bastante facilidad,
consiguiendo el triunfo en los campeonatos sociales del
Club de ajedrez Salamanca en 1941 y 1942, y logrando
hacerse con su segundo título provincial en 1942:
Campeonato de Salamanca 1942. El campeón
vigente antes del campeonato era Jerónimo Téllez de Meneses,
aunque no pudo defender su título ya que no residía en
Salamanca: militar de profesión, con el grado de
capitán, tras la guerra fue trasladado a Toledo, donde
permaneció varios años.
En octubre de 1941 se dio un importante paso a nivel organizativo al crear la
Federación de ajedrez Oeste, presidida por el infatigable
salmantino José Sánchez Cánovas, a la que pertenecían
Salamanca, Zamora, Valladolid y Palencia. La federación
estaba ubicada en Salamanca y casi todos los cargos fueron
ocupados por jugadores salmantinos. Una de las
primeras medidas adoptadas fue la organización del primer campeonato
de la región Oeste, que se celebró en marzo de 1942,
competición puesta en marcha con cierta urgencia ya que se
pretendía entrar en el ciclo
clasificatorio para la final del campeonato de España.
Pablo de Unamuno fue uno de los participantes y pudo
rendir a buen nivel, logrando el
subcampeonato, aunque nada pudo hacer ante el empuje de Julio
Ganzo que no tuvo rival en esta ocasión:
I Cto.
Región Oeste 1942.

La corona provincial no estaría durante mucho tiempo
sobre la cabeza de Pablo de Unamuno, al año siguiente el
codiciado título pasó a manos de Julio Ganzo, aunque de modo ajustado ya que
el jugador de Alcalá finalizó empatado con Unamuno en el campeonato... el desempate no
fue tan igualado, ya que Ganzo venció por un contundente
4-1 (+3 =2). Ganzo no pudo acudir al Campeonato Regional por
motivos personales, lo que dejaba a la competición sin su
principal favorito. Parecía una gran oportunidad para que
Unamuno lograse su primer triunfo a nivel regional, pero
desde un principio demostró no encontrarse en condiciones
óptimas para competir, firmando la que tal vez es la peor
actuación de su carrera. La ocasión fue
hábilmente aprovechada
por el salmantino Luis Domínguez Guilarte, profesor de
Derecho que logró el
título de forma emocionante, con incertidumbre hasta el último movimiento,
cuando no entraba dentro de la terna de favoritos iniciales: II Cto. Región Oeste
1943.
Sin embargo, Pablo no tardó demasiado en reencontrarse con su ajedrez
y varios éxitos más fueron dando lustre a su palmarés
al año siguiente,
como los títulos conseguidos en dos torneos
sociales del Club de ajedrez Salamanca: el primero fue
toda una obra de ingeniería que contó con 44 jugadores y
se prolongó durante meses. De Unamuno triunfó en las
tres fases (en la primera firmó una racha extraordinaria
rara vez vista en una competición de ajedrez: sumó 20
victorias en las primeras 20 partidas), superando en
todas ellas a Fernando Serviá, que ese año sería campeón de Salamanca
y también campeón de la Región Oeste: Campeonato
Club Salamanca 1944. Sólo unos meses después
Unamuno repitió título al derrotar en un
match al aspirante Julio Ganzo por 2,5-1,5, en lo que
representó uno de los triunfos más brillantes de su
carrera: Campeonato
Club Salamanca 1945. Veamos el desarrollo
de tres de las partidas:
1944 no fue un año perfecto a nivel competitivo, ya que
Pablo sufrió un serio revés al quedarse
fuera de la final del Campeonato de Salamanca al no lograr
superar la fase previa. El año se completó con
el campeonato Regional, donde logró el cuarto puesto. Por tercer año consecutivo el
título se quedó en Salamanca, en este caso en las
vitrinas de Fernando Serviá: III
Cto. Región Oeste 1944.

Premios
de la temporada 1944. De dcha a izda: Pablo de Unamuno (ganador
1ª categoría del Club Salamanca), Pablo Bartolomé
(ganador 2ª categoría del Club Salamanca), Ursicino
Lozano (campeón 3ª categoría del Club Salamanca) y Fernando
Serviá (campeón provincial y regional)
El 3 de abril de 1944 el campeón del mundo Alexander Alekhine visitó
Salamanca, evento que tuvo una repercusión inusitada en
la ciudad. Como es bien sabido, Alekhine ya no era el
mismo, abusaba de la bebida a diario, siempre a
escondidas, y los médicos le habían asegurado en varias
ocasiones que si seguía haciéndolo acabaría con rapidez
con la vida que le quedaba. En Salamanca fueron testigos
directos de la decadencia del campeón del mundo al ver,
con sorpresa y horror, como acudía a la sesión de
simultáneas con claros síntomas de embriaguez.
Precisamente fue Unamuno el que vivió la situación más
grotesca al tener que presenciar cómo, en la partida que
les enfrentaba, Alekhine realizaba el enroque largo con la
dama. Pablo terminó imponiéndose en la partida, aunque
estoy seguro de que no se sintió demasiado feliz con su
triunfo. Alekhine no consiguió un mal resultado dadas las
circunstancias: +17 =6 -7, lo que pone de manifiesto la gran clase ajedrecística
que se escondía entre los vapores del alcohol.
Durante
los veranos era habitual que la actividad
descendiese drásticamente, por lo que la Federación Oeste
de ajedrez decidió organizar un torneo en el verano de 1944 que contó con los
mejores jugadores salmantinos. El evento tuvo gran
importancia, ya que raras veces se organizaban
competiciones fuera de los torneos sociales de los clubes
y de los campeonatos oficiales. El torneo fue ganado con
solvencia por Julio Ganzo, mientras Pablo de Unamuno
lograba una meritoria segunda posición: Torneo
de verano 1944.

Pablo
de Unamuno Lizárraga
El tiempo seguía pasando y parecía haberse congelado en
los fríos inviernos salmantinos: el ajedrez no avanzaba, no aparecían clubes nuevos y se seguían
jugando las mismas competiciones de forma repetitiva, casi
tediosa, en un ambiente poco proclive al progreso. El siguiente éxito
de nuestro protagonista llegó en el Campeonato de Salamanca
de 1945, donde logró un nuevo subcampeonato, siendo superado
por Juan Ventura Visedo pero logrando finalizar por
delante de Julio Ganzo. Realmente Unamuno tuvo grandes
opciones de victoria al comandar la clasificación durante
gran parte del torneo, aunque finalmente se vio superado
en un apretado final: Campeonato
de Salamanca 1945. Unamuno acudió al
regional un mes después, aunque poca información
apareció en la prensa sobre esta competición (sólo se dio a
conocer el nombre del
ganador, que fue Alfonso Alonso, de Palencia, rompiendo la
hegemonía de los ajedrecistas salmantinos).
En 1946, siendo ya un ilustre veterano de 52 años, logró
su tercer triunfo en el campeonato provincial de Salamanca,
lo que le convertía en el jugador más laureado de la
ciudad... y lo sería por varios años: Campeonato de Salamanca
1946. Este triunfo le
clasificó directamente para las semifinales del
Campeonato de España, por lo que de repente se encontró
ante la gran oportunidad
de su carrera en el tablero. El verano de 1946 había
llegado y Pablo de Unamuno encaminó sus pasos hacia
Santander, donde por fin iba a poder
verse las caras con los jugadores más fuertes de España,
jugando con rivales distintos a los de siempre, los
cuales se llevaban repitiendo durante tantos años en un
ajedrez sin sobresaltos en el que las caras y las
aperturas rara vez variaban. Sin
embargo, Pablo sólo pudo jugar dos partidas, que
finalizaron en tablas ante Gamonal (curiosamente Gamonal y
Unamuno significan lo mismo: monte de plantas silvestres —habitualmente gamonas—, la primera
en castellano y la segunda en euskera) y Dris Ben Abud, para
retirarse del torneo a continuación (se supone que por
problemas de salud), poniendo fin a su aventura
prematuramente. Unos meses antes había sumado un
nuevo triunfo al vencer en el
Torneo social del Club de ajedrez Salamanca,
lo que representó su tercera victoria consecutiva en esta
competición. Nadie en Salamanca había tenido tanto
éxito como
Pablo de Unamuno, meritorios triunfos logrados sobreponiéndose a serios
problemas de salud que dificultaron el desarrollo de
su vida.
Pero Pablo de Unamuno estaba cansado de la tensión de la
competición, de los muchos años pasados en batallas
dentro de un tablero de ajedrez sobreponiéndose a una salud cada vez
más maltrecha. Por este motivo, quiso
ver el ajedrez desde un punto de vista distinto y se
retiró de la competición en diciembre de 1946... pero
sólo se trató de un paso hacia un lado, ya que comenzó a ejercer como presidente de la
Federación de ajedrez Oeste (un año antes ya lo hacía
como secretario de dicha federación). Esta segunda retirada no
tuvo vuelta atrás y el apellido De Unamuno desapareció
de las contiendas ajedrecísticas, dejando espacio para los jugadores
jóvenes que habían ido surgiendo en la última década.

Pablo
de Unamuno Lizárraga y Miguel De Unamuno
El paso de Pablo de Unamuno por el mundo del ajedrez
estuvo demasiado influenciado por la situación poco
boyante que vivió este deporte en Salamanca. El entusiasmo
mostrado por algunos ajedrecistas locales no fue
suficiente para revertir esta situación, la realidad
siempre terminó haciendo añicos proyectos ambiciosos que
no llegaron a fructificar,
lo que frenó cualquier tipo de crecimiento. Los
siguientes ejemplos dejan esta situación al descubierto:
durante los últimos meses de 1934 el talentoso maestro
Andor Lilienthal pasó una temporada en España, dejando
su impronta en cada localidad que visitó (muy recordada
fue la sesión de simultáneas que dio en Bilbao ante 121
rivales, batiendo la mejor marca europea en este tipo de
exhibiciones); la ocasión era propicia y se intentó que
el ajedrecista húngaro visitara Salamanca, pero ante la falta de ayudas por parte de las
instituciones se decidió realizar una colecta en la que sobre
todo participaron los ajedrecistas locales (Pablo de
Unamuno donó 15 ptas, Téllez de Meneses 10 ptas,
Domínguez Guilarte 10 ptas o Del Río 5 ptas)...
finalmente, no se reunió el dinero suficiente. En 1943 se
buscó poner a Salamanca en la primera plana del ajedrez
español al intentar organizar un gran torneo nacional en el que se
pretendía contar con Rey Ardid, José Sanz Aguado, Pomar y
Miquel Albareda, los cuales deberían haberse enfrentado a los
jugadores regionales Unamuno, Domínguez Guilarte, Alfonso
Alonso Rodríguez (Palencia) y Raúl Díaz Suárez
(Zamora)... una vez más, las ilusiones no
llegaron a tomar una forma concreta.
14
partidas de Pablo de Unamuno |

|
3
partidas de Fernando de Unamuno |

|
1
partida de José de Unamuno |

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Palmarés
de Pablo de Unamuno |

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Fotos
de Pablo de Unamuno |

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Torneo
homenaje a Pablo Unamuno |

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El ajedrez siguió siendo su gran pasión hasta sus últimos días,
aunque pasó a disfrutarlo de un modo más tranquilo,
jugando partidas por correspondencia en el calor del hogar, tiempos en los que acudía cada tarde al Círculo
Mercantil y Ganadero de Salamanca para situarse, una vez
más, ante un tablero de ajedrez y mover esas piezas que
tanto le dieron y que tantas veces maniobraron bajo sus
órdenes. Esos años fueron para
su familia, que recuerda con cariño sus curiosas
aficiones: todos los veranos llenaba los bajos de las
camas de melones, sacados de no se sabe dónde, que
dejaban un inolvidable aroma en toda la casa mientras la
bañera contenía inesperados visitantes en
forma de batracio, ranas que Pablo había cazado con
linternas junto a
sus amigos a orillas
del Tormes y que hacían las delicias de sus hijos, que
organizaban entretenidas cacerías cuando los animales se
escapaban de madrugada. Pablo trató de transmitir su amor
por el ajedrez a sus hijos y lo hizo a través de su hijo mayor,
que a su vez se lo enseñó a su hermano Ramón. Otra
afición, también heredada de su padre, le acompañó
durante toda su vida: la papiroflexia; Miguel de Unamuno
conoció la papiroflexia siendo un niño y se convirtió
en uno de sus grandes pasatiempos, estando a su lado a lo
largo de toda su vida, llegando incluso a escribir un
manual sobre el tema: Cocotología, que añadió a
su libro Amor y Pedagogía ante la presión de su
editor para que la obra fuese más extensa. Miguel
transmitió sus conocimientos a sus hijos y ellos
continuaron la tradición que a día de hoy se remonta a
cinco generaciones. Pablo llegó a ser un gran
cocotólogo, tanto, que llegó a causar la admiración de
su padre ante alguna de sus obras.

Papiroflexia:
Pablo junto a su hermana María y su
sobrino Miguel Quiroga de Unamuno. A la dcha. Miguel de Unamuno
Durante esos años la salud de Pablo de Unamuno fue empeorando: una enfermedad
de riñón, combinada con hipertensión arterial, le fue
mermando paulatinamente hasta extinguir su luz el 14 de
mayo de 1956. De este modo discurrió una vida al cobijo de una sombra demasiado
alargada, sombra de la que Pablo de Unamuno pudo salir siempre que se refugió en un tablero de ajedrez. Él fue
«el patriarca» del ajedrez salmantino, su principal impulsor y
su figura más destacada en los difíciles años 30 y 40. Por
todo ello se merece estas líneas... tan lejos de su
padre y tan cerca de su propia experiencia en la vida.
Javier
Cordero Fernández
(7
Agosto 2020)
BIBLIOGRAFÍA
Hemerotecas:
El Adelanto de Salamanca, Imperio
(Zamora), El Diario Palentino y
El
Día de Palencia
Varios
números de la revista El ajedrez español
"Agonía
de un genio. A. Alekhine". Pablo
Morán
Los
recuerdos de Ramón de Unamuno Pérez
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