Una
experiencia llena de anécdotas
Eugene Salomon, jugador español de los años 40 (que
llegó a jugar con Alekhine) con el que he trabado una
bonita amistad, siempre me dice: "la vida es una
colección de experiencias, cuantas más cosas haces, más
vives". No es necesario añadir nada más a esta
introducción:
¿Quién
era aquel taxista?
Campeonato de Cataluña juvenil de 1975. Son las nueve de
la mañana, Ponce se sienta ante uno de los jóvenes más
prometedores de la escuela de ajedrez de Ángel Martín.
Tiene sueño, no en vano se había pasado toda la noche en
un acto reivindicativo en el Barrio de la Verneda, lugar
donde residía por aquel entonces. Las piezas se van
moviendo, la apertura es conocida y todo es mecánico. En
el momento de mayor concentración la fatiga empieza a
pasar factura y los ojos de Ponce comienzan a cerrarse
hasta quedarse definitivamente dormido. Su rival,
divertido, se levanta y pasea por la sala. Pasa un buen
rato hasta que Ponce se despierta y, sorprendido de
encontrarse ante un tablero de ajedrez, trata de centrarse
y recuperar el hilo de la partida. Y lo hace con el
cuchillo entre los dientes, comenzando un ataque con la
entrega de un peón que degenera en un final de torres en
el que vuelve a entregar un segundo peón para llegar a
una posición de tablas muertas.
Tras la partida ambos jugadores se tienen que dirigir al
club de ajedrez Congrés y deciden compartir un taxi.
Durante el trayecto comienzan a comentar la partida y sus
pormenores; el taxista parece no perder detalle de la
conversación. De repente, el taxista, una persona de unos
40 años con gafas oscuras se dirige a ellos: "Bien
muchachos, ¿estaríais dispuestos a jugar una partida a
la ciega contra mí?, si me derrotáis la carrera os
saldrá gratis, si os gano yo el viaje os saldrá por el
doble". Ponce y su compañero intercambian una
mirada de estupefacción y desconfianza, y deciden no
aceptar el reto. ¿Quién era aquel taxista capaz de retar
a dos jugadores recién salidos de un campeonato de
Cataluña? ¿Tal vez un Gran Maestro huido
de la URSS?
Un
genio sencillo
Manuel Rivas Pastor es uno de los mayores talentos que ha
dado el ajedrez español. Sin embargo, unos problemas en
su vida personal le desestabilizaron y su juego se resintió
terriblemente para terminar perdiéndose en el a veces complicado
devenir de una vida. Ponce conoció a Rivas en Barcelona
durante su último año de juvenil, en 1976, y le
sorprendió su capacidad de análisis y su rapidez para
desentrañar cualquier variante (el sevillano Ernesto
Palacios, único jugador que ha logrado ser campeón de España
en todas las categorías, le llamaba "el talentoso
Rivas"). Alrededor de los análisis de Rivas siempre
se formaba un corro de varias personas que no paraban de
intentar mostrar sus ideas en un coro de murmullos que
enturbiaba todo... hasta que la mano de Rivas aparecía
en el tablero, no se sabe desde donde, y tras mover un
caballo decía con voz potente: "tapón,
tapón". Rivas, además de un excelente jugador,
era una persona de trato sencillo y humilde. Ponce le
invitó una noche a cenar a su casa: "con unos
huevos con papas era el chaval más feliz del mundo. Así
era Manolo".
La
composición perdida
Durante la Olimpiada de Skopje 1972 se puso en juego un
extraño gambito, que sería conocido como el Gambito
Malayo. España se enfrentaba a Malasia en la primera
ronda, un enfrentamiento asequible para los Pomar, Torán,
Bellón y Medina. La sorpresa llegó en la partida de
Román Torán cuando su rival, Kao Yin Keat (que jugaba
con blancas), realizó su tercera jugada: 1.Cf3 Cf6 2.d4 g6
3.e4, entregando un peón central en una maniobra más que
arriesgada. Torán logró un cómodo triunfo tras dominar
el centro con facilidad, tan cómodo como el triunfo final
para España por 4-0.
La historia fue bastante conocida en aquella época y a
Ponce se le ocurrió realizar una composición (partida
imaginaria creada por un jugador, podéis ver varios
ejemplos en: Composiciones).
Dicha partida inventada era muy llamativa, las blancas
sacrificaban sus sietes piezas y siete peones, para
terminar dando jaque mate en b3 con el único peón que
quedaba en pie, ya que el rey negro se encontraba en c4,
completamente rodeado por sus propias piezas, después de haber dado un largo paseo por el
tablero. Por
desgracia, en idas y venidas, la composición terminó
extraviándose. Ponce no volvió a intentar crear una
composición de este tipo. Una lástima.
Conociendo
a Fernando Arrabal
Fernando Arrabal es un escritor y cineasta que tal vez ha
recibido más reconocimiento fuera de España que en su
patria (durante casi toda su vida ha residido en París).
Con rasgos de genialidad, nunca deja indiferente a nadie,
ni a sus seguidores ni a sus detractores. Arrabal siempre
ha sido un apasionado del ajedrez y hace décadas no era
extraño verle participar en torneos.
Ponce visitó París durante 3 veranos con la intención
de estudiar francés en la Universidad de Vincennes. Allí
no sólo se dedicó al aprendizaje del idioma, también
aprovechó para entrar en contacto con el mundo de la
poesía, realizando un recital junto a los poetas Edgar
List y Saúl Yurkievich. También realizó la lectura de
uno de sus poemas en la librería Shakespeare and company
tras ser recibido por el nieto de Walt Whitman.
Como ya sabemos, Arrabal residía en París, aunque lo que
no es tan conocido es que jugaba en un equipo de las
afueras de la capital junto al maestro español Luis
González-Mestres. Arrabal, siempre interesado en el
ajedrez, invitó a su piso a Ponce, González-Mestres y al
jugador colombiano Rafael Saladén. Todo resultaba
llamativo en ese piso, desde la misma entrada en la que
había un cuadro de Arrabal y su mujer desnudos, pero con
las cabezas intercambiadas. Tras conversar sobre el
último escrito de Arrabal, una carta al Comité Central
del Partido Comunista, comenzaron a jugar unas partidas
rápidas en las que se restaba un minuto al jugador que
ganaba una partida. Con el paso de las partidas Ponce se
mantenía anclado a su silla y ya sólo jugaba con un minuto
al comienzo de cada lucha, pero seguía ganando, por lo que
se decidió ir sumando tiempo al reloj de Arrabal. Al fin,
Arrabal consiguió derrotar a Ponce en una partida en la
que dispuso de 11 minutos por un minuto del jugador
conquense. Con esa victoria la sesión se dio por
finalizada, aunque Arrabal, satisfecho tras su triunfo, les regaló unas entradas para
el estreno de su obra teatral Punk Punk et Colegram.
|