El
día en que Manuel de Agustín jugó al ajedrez con
Benavente (II)
Nazis
en el torneo de Madrid 1943. El ajedrez como salvación

© familia de Manuel de Agustín
(
Autor: © Miguel Ángel Nepomuceno )
“Al estallar la segunda Guerra Mundial -continúa
diciendo Manuel de Agustín con cierta socarronería-, tanto España
como Portugal tomaron la postura
de
no beligerancia muy distinta a la tan cacareada de neutralidad, convirtiéndose de inmediato en meta y
destino de millares de refugiados que huían del terror de la
cruz gamada. Aunque el
gobierno del Caudillo quiso mantener el estatus de neutralidad,
no lo era. Como todos sabemos simpatizaba con el EJE, o
RO.BER.TO (Roma,
Berlín Tokio), y se mandaron tropas “voluntarias”, por
llamarlo de alguna manera, ya que la mayoría iban forzados para evitar las cárceles o
represalias, a luchar a los frentes del Este bajo en nombre de La
División Azul, que no fue otra cosa que la contraprestación
del Caudillo a Hitler para evitar ser invadidos o reutilizados".
“Por
aquel tiempo yo escribía en los diarios nacionales,
Arriba, Marca, Sí y en revistas de ajedrez y para sacar
algún dinerillo publiqué
algunos libros y
comentaba partidas en centros culturales y daba
exhibiciones de simultáneas tanto viendo como a la
ciega especialidad en la que llegué a jugar más de una
decena a la vez con buenos resultados”.
De
esta facilidad para enfrentarse sin ver a varios
oponentes el gran ajedrecista gijonés, afincado en New
Jersey, Eugenio Salomón, con cerca de nueve décadas de
vida y muchas victorias ante algunos de los mejores
jugadores del mundo y nacionales, recordaba todavía
hace unos días a
quien esto escribe, que en cierta ocasión viniendo de
Madrid hacia Gijón, el doctor Queimadelos,
de Agustín y él, con el fin de amenizar el
largo viaje y dado que todos ellos eran fuertes
jugadores de ajedrez, organizaron una serie de partidas
sin tablero en la que se enfrentó de Agustín con
Salomon, “un jugador que era mucho más fuerte que
yo -nos decía Eugenio-
pues yo sólo podía jugar dos partidas sin ver a la vez
mientras que Manolo era un fuera de serie con 10. Entre
bromas y veras la partida fue trascurriendo con lentitud
y de Agustín, con esa gracia cartagenera que corría por
sus venas, me iba “radiando” de alguna manera mis
debilidades y las pocas jugadas que me quedaban. No sé
si se confió, o yo tuve una buena tarde, lo cierto es
que acabó perdiendo, lo que hizo a Queimadelos, nuestro
amigo y conductor, tener un ataque de risa ante la sarta de
chistes y baladronadas de nuestro querido Manolo que
terminó muy callado el resto del trayecto”.

Manuel
de Agustín en Linares
El
ajedrez como salvación: España en “zugzwang”
Mientras
Europa era un polvorín presto a explosionar en todos
sus frentes, España, que intentaba a duras penas salir
de una contienda fratricida
en la que había quedado desangrada y rota, buscaba
curar sus heridas sin asomarse al exterior.
“España
estaba en “zugzwang” -dice sonriendo de Agustín
empleando ese término ajedrecístico que significa que
el jugador al que le toca mover pierde sin remisión-.
Por eso, continúa, lo mejor para nosotros era
permanecer quietos, intentando rehacer lo que la guerra
había destrozado y con el consuelo de no continuar luchando en los frentes transpirenaicos. Poco a
poco se iban haciendo torneos, competiciones y España
retomaba el pulso en el aspecto deportivo. A muchos
jugadores de ajedrez el estallido de la Guerra les había
pillado en plena Olimpiada
de Buenos Aires de 1939, entre ellos a Capablanca
que jugaba por primera vez con el equipo de Cuba,
Alekhine por Francia, Keres por Estonia que sería
invadida en breve, Tartakower y Najdorf, primero y
segundo tablero de Polonia, que pedirían asilo político
en Argentina, Opocensky otro asilado de Checoeslovaquia
que junto con Austria había dejado de existir como nación
independiente, Czerniak, Eliskases
primer tablero de Alemania quien también pidió
asilo en Argentina donde vivió hasta su muerte; en suma
todo un ejército de maestros y grandes maestros se
fueron a la diáspora más incierta. Sin embargo,
Alekhine no. Alekhine no huye y nada más concluir la
Olimpiada, que finaliza con el triunfo de Alemania, el
campeón del mundo regresa al infierno”. Explica
de Agustín con énfasis no exento de disgusto.
Llega
a París donde se enrola de inmediato como intérprete
en el servicio de inteligencia, con la graduación de
teniente del
ejército del general De Gaulle.
“Alekhine
tiene mucha suerte -continúa de Agustín-. El 23 de junio
de 1940, día de la capitulación de Francia ante las
tropas alemanas, Alekhine se encontraba en Arcachon,
cerca de Burdeos. Allí estuvo sólo 5 meses prestando
servicios al general De Gaulle, ya que todo el personal militar fue puesto bajo el control del
Alto Mando alemán, pero al hallarse en zona no ocupada Alekhine pudo trasladarse
a Marsella donde lo desmovilizan. Es muy probable que
sus intenciones en aquel tiempo, nos recuerda el
periodista, fueran las de viajar a La Argentina o a
Cuba, ya que desde Marsella envió un cable a Capablanca
a través del Consulado cubano con el fin de reanudar
las negociaciones por el Campeonato del Mundo.
Capablanca lo rechazó (!) diciendo que Alekhine era
poco serio con su título y que lo único que quería
era conseguir un visado para salir de Francia, lo que
no estaba muy lejos de la realidad”, sonríe.
Al
frustrarse las negociaciones, Alekhine busca entonces otra ruta de escape a
Norteamérica vía Casablanca desde Estoril como hacían
los refugiados que poseían ahorros lo suficientemente
importantes como
para atraer la atención de quienes conseguían los
ansiados pasaportes.
“Lo
admirable de todo esto -apunta el periodista catalán-
es que esa era la segunda vez que el maestro exiliado luchaba voluntariamente contra
los alemanes, cosa que no gustó en el alto mando del
Reichtag. Los nazis estimaron conveniente que era una
buena propaganda para el régimen que el campeón del
Mundo jugara en territorio alemán y le “invitan” a
participar en los más importantes torneos de la Europa
ocupada, y lo que en un principio no parecía que iba a
tener mayores consecuencias a posteriori se revelaría
como uno de los peores hándicaps en el final de la
carrera ajedrecística de Alekhine”, afirma
de Agustín.
Entretanto,
en nuestra patria, los que leían a diario las noticias
del extranjero en las columnas de Manuel de Agustín jamás
llegaron a sospechar que ese joven periodista era en realidad uno de los jugadores de
ajedrez más fuertes de España con triunfos resonantes
en torneos nacionales de primera magnitud y aclamadas
victorias ante los primeros maestros del país y fuera
de él.
Amigo
personal del campeón Alekhine, de Agustín buscó por
todos los medios rescatarlo de las garras de los nazis y convence a los
federativos españoles para que organicen un gran torneo
en Madrid en 1943 y darle así la remota oportunidad de cruzar el Atlántico en busca de esa paz que
tanto anhelaba (ver
la portada
de Semana con los participantes del Torneo de Madrid
1943).
“Intenté
hacer más llevadera la vida de los “rojos” y de los
judíos encarcelados, no sólo de Alekhine -nos decía
aquella soleada mañana madrileña-. Así sucedió con el
gran maestro ruso-francés Osip Bernstein, apresado en
París en el 40 por los nazis y trasladado a un campo de
concentración en Teruel como judío que era. Intercedí
por él ante Serrano Suñer y fue salvado de una muerte
cierta él y su familia. Murió en un hospital del
pirineo francés en 1962 a los 80 años. Pero no fueron
ellos solos a los que intenté socorrer en aquella España
convulsa, sino que para hacer un poco menos penosa la
vida de los presos, les llevé el ajedrez a las celdas,
organizando torneos por los presidios del país. Jugaba
con ellos simultáneas y a los que mostraban interés
les daba nociones del juego. Ya sé que no era mucho,
dada su situación, pero si durante el tiempo que yo
estaba con ellos me
pedían alguna ayuda, no dudaba, dentro de mis medios,
en dársela”.

Ambas
fotos tienen © familia de Manuel de Agustín

Osip
Bernstein poco antes de fallecer
Tres
nazis en Madrid o cómo hacer el juego a la Wehrmacht
En
el periódico alemán “Pariser Zeitung” que se
editaba en aquel tiempo en la capital del Sena y donde
Alekhine había publicado en 1941 los controvertidos artículos antijudíos
titulados “El ajedrez ario y el ajedrez judío” apareció por aquellas fechas lo siguiente: “El
campeón mundial, que actualmente vive en París, espera
todavía un desafío de Capablanca por el título. Como
colabora en el nuevo periódico parisino, le han tomado
bajo protección amigos cercanos al Reich que en su día
organizaron su match contra Bogoljubow y le han ofrecido
su apoyo. Como agradecimiento el campeón
envió al periódico una fotografía suya dedicada.
Después de todo se debe señalar que si Alekhine en
Buenos Aires se mostró enemigo de la comunidad alemana,
ha declarado que no se puede continuar manteniendo el
odio contra Alemania”.
De
este panfleto propagandístico nazi
se desprende que el juego político del campeón oscilaba entre permanecer en la Europa ocupada, quizás
por influencia de su esposa judía Grace, cuyas
posesiones en Paris corrían el riesgo de desaparecer, o
irse definitivamente al nuevo mundo que les prometía
libertad y un nivel de vida más acorde con su estatus
de campeón. Sin embargo sus esperanzas fueron yuguladas
de forma tajante. EEUU entra en guerra con Japón el 7 de diciembre de
aquel año tras el bombardeo de Pearl Harbor. En vista
de su fracaso para poder huir del conflicto mundial, lo
que hace es volver sobre sus pasos para lo cual se pone
en contacto con la
embajada alemana en Lisboa y regresa al centro de la
conflagración, no sin antes detenerse dos días en
Madrid camino de Munich para dar 2 exhibiciones de
simultáneas.
“Lo
vi fugazmente -explica de Agustín- y le encontré muy
nervioso, sin embargo su estilo no se resintió. Jugó
con mucha energía y me dijo que quería hablar conmigo,
pero esa misma noche partió de Madrid y ya no tuve
ocasión de verlo. Al poco tiempo me enteré que había
ganado en Cracovia y Salzburgo compitiendo con maestros
como Keres, Sämisch o Bogoljubow.
A las pocas semanas recibí una carta suya desde
Wilmerdorf en la que me decía que había pedido permiso
a las autoridades alemanas para poder trasladarse a España
con el fin de jugar torneos y dar conferencias, me pedía
que la FEDA enviara una carta oficial a los altos mandos
de la Wehrmacht, donde tenía buenos amigos, para
que le facilitaran la salida. Lo hice y los nazis le
dieron permiso, pero se cubrieron las espaldas
manteniendo a su esposa como rehén ante
la posible fuga del campeón a tierras americanas".
“Se
organizó pues, un gran evento para que Alekhine tomara
parte y así poder escabullirse de las garras del Reich,
pero cuando llega a España en Octubre de 1943 arrastra
consigo la lacra de su amistad con Hans Frank,
gobernador nazi de Polonia, un fanático del Ajedrez que
toma a Alekhine como su profesor y a Bogoljubow y Brinckmann como ayudantes. Le invita a jugar simultáneas
en Brno, Batov y varios lugares de Polonia a la vez que
le organiza seminarios y exhibiciones por hospitales lo
que será su perdición -dice de Agustín con tono
triste-. Tres de estos colaboracionistas, Keres,
Brinckmann y Sämisch, toman el tren a primeros de octubre
con destino a Madrid “invitados” por la FEDA o su
sucedáneo".

Alekhine
y
Bogoljubow, Palacio Belvedere (Varsovia) 3 ó 4 de
noviembre 1941, analizan la partida en consulta entre Alekhine
/ Hans Frank
vs Bogoljubov
/ Pfaffenroth
ante la atenta mirada del gobernador de Polonia Hans
Frank. Pfaffenroth era el juez personal de Frank. En el
siguiente enlace podéis reproducir la partida: (Ver
partida)
(Fuentes:
Deutsche
Schachblatter
-
Noviembre 1941, pág.
185. Deutsche
Schachzeitung - 1941, pág. 162)

Palacio
de Belvedere

Alekhine-Richter,
Munich 1941

|

|
Hans
Frank escucha las explicaciones de Alekhine en Cracovia
|
Ludwig
Fischer, gobernador del Distrito de Varsovia
|
Alekhine
también jugó una partida en consulta formando equipo
con Ludwig Fischer, gobernador del Distrito de
Varsovia, en la que se volvió a enfrentar a Bogoljubow,
que en esta ocasión jugó junto a Duerrfeld. La
partida, que finalizó en tablas, se jugó el 3 ó 4 de diciembre
1941. Podéis reproducir la partida en el siguiente
enlace: (Ver
partida).

Grace
Alekhine, Hans Frank, Alekhine y el juez amigo de Frank,
Pfaffenroth
“El
primero que llega a Madrid para el torneo, procedente de
la Alemania nazi, es Keres, aspirante al
campeonato del mundo y uno de los tres jugadores más
fuertes del planeta entre los años 30 al 70. Fui a
esperarlo a la estación del Norte -comenta el
periodista- y cuál no sería mi sorpresa cuando en lugar
de descender
del vagón el joven y elegante jugador estoniano me
encuentro con un oficial de las SS que me saluda con su
brazo extendido para seguidamente darme un fuerte apretón
de manos. Era Paul Keres, la leyenda del ajedrez que
ahora, presionado por los nazis, colaboraba con ellos
igual que lo hicieron sus dos acompañantes, Brinckmann y
Sämisch, que llegarían al día siguiente al torneo para recordarle a Alekhine que Alemania estaba aún
en pie y él les debía algo".

Friedrick
Sämisch

Keres
dando simultáneas a soldados de la Wehrmacht

Alekhine
se enfrenta a un selecto grupo de mandos y oficiales de
la Wehrmacht
“A
Keres tuve que meterle de inmediato en una sastrería
porque aquello rechinaba demasiado en un país
“neutral” que acababa de dejar hacía siete años
una guerra civil. Keres era judío y esto nunca se
escribió ni lo supo nadie en la España de la posguerra.
Cuando terminó el torneo de Madrid Keres tuvo que
volver a Polonia, pero Alekhine no, el sólo quería
jugar al ajedrez en paz, sin presiones, sin chantajes,
pero era imposible -de Agustín parece querer
borrar con un gesto de su mano todo aquel amargo
recuerdo de su amigo-. Él lo único que quería era
permanecer en España y salir vía Estoril o Casablanca
hacia América como tantos otros refugiados. Pero la
muerte llegó cuando estaba cerca de su meta".

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Keres,
liberado del yugo nazi años después de acabar la
guerra |
Alfred
Brinckmann |
“Alfred
Brinckmann, puntualiza, era oficial de la Luftwaffe, a la
vez que un fortísimo jugador, y con él un hombre
indeciso, Friedrich Sämisch, que parece que fluctuaba
entre dos bandos, por un lado había jugado para el
gobierno y dado seminarios y simultáneas a las tropas y
por otro su aversión al Reich y sus mandos. Una muestra
de ello fue la soflama que soltó en contra de Hitler en
el banquete de clausura del torneo de Madrid, se levantó
y dijo que Hitler no iba a ganar la guerra. El silencio
en el comedor se hizo cortante y ante un gesto de
Brinckman cerró la boca congestionado y se sentó. Esas
palabras le iban a costar caro al ser arrestado en la
frontera a su regreso de Madrid para ser internado en un
campo de concentración.”
Miguel
Ángel Nepomuceno
(22
Abril 2017)
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