El
día en que Manuel de Agustín jugó al ajedrez con
Benavente (y III)
“¡Legado!”, o cómo poner la pluma
al servicio del campeón del mundo
“¿Quién me vigila?”. “La verdad
está lejos de aquí”
©
Familia de Manuel de Agustín
(
Autor: © Miguel Ángel Nepomuceno )
Manuel
de Agustín siempre tuvo muy claro por qué el campeón
del mundo no había querido estar presente en un torneo
que se había organizado exprofeso para él en uno de
los peores momentos de su carrera, cuando la “larga
mano del Kremlin”, como diría su hijo Alexander,
“pugnaba por silenciarlo allá donde estuviera”. Con
la mirada fija en las páginas de su libro más emblemático
¡Legado!, escrito con la bendición de
Alekhine, de Agustín lo abre por el capítulo donde su
certero punto de vista sobre la idiosincrasia del campeón,
y su sospechoso mutismo sobre la no participación en el
torneo de Madrid, va mucho más allá de lo que algunos
historiadores a lo largo de todos estos años han
querido especular y nos brinda por vez primera con
pruebas contundentes el por qué el genial ruso se
esforzó en permanecer alejado del torneo de Madrid de
1943 por motivos nunca revelados hasta ahora ya que
pertenecían a los archivos personales del periodista.
Sus palabras resultan esclarecedoras a la luz de las
pruebas contrastadas con los documentos que obran en
nuestro poder.
“Respecto
a la no participación final de Alekhine en el torneo
organizado exprofeso para él, continúa, la disculpa
fue que había llegado tarde y ya estaba muy avanzado,
lo que le hacía imposible tomar parte. Pero lo cierto,
como escribí en su día en ¡Legado!, éste
libro que hice en colaboración con Alekhine, el campeón
llegó tarde al torneo porque quiso y…, por algo más.
Cuando
el 15
de octubre se presentó en la sala de juego, se estaba
jugando la 10ª ronda. ¿Por qué ese retraso, nos
preguntábamos todos, cuando estaba en juego su vida y
su presencia en él era la mejor coartada de permanecer
fuera del campo de acción de los nazis? Al menos eso
era lo que todos pensábamos, pero no el campeón del
mundo, dice con sarcasmo”.
Para
la opinión pública la razón de ésta, al parecer
deliberada demora, nunca se supo. De Agustín sonríe al
tiempo que sentencia:
“Mientras
que para los aficionados y organizadores no dejaba
de ser una bien calculada maniobra con el fin de
que no le vieran actuar en un torneo antes de que lo
hiciera en una serie de partidas simultáneas, hecho que
podría hacerles perder interés y disminuir sus
honorarios, eso fue lo que los periodistas escribimos en
aquel momento porque no entendíamos su retraso,
sin embargo,
para los nazis la cosa era mucho más grave,
afirma de Agustín. Según un comunicado emitido por una
emisora alemana en esos días, Alekhine sí había
llegado a tiempo para el torneo pero debido a una fuerte
depresión nerviosa había tenido que ser internado en
una clínica madrileña.
Manuel
de Agustín mueve la cabeza enérgicamente como
queriendo alejar los bulos de tal aserto y afirma que no
existía tal depresión nerviosa sino una fuerte
intoxicación etílica.
“Cuando
realmente se tuvo que internar a Alekhine en un
sanatorio cercano a Madrid, atendido por el Dr. F.
Sastre Martí, afirma con rotundidad, fue a primeros de
diciembre de 1943, a los quince días de haber regresado
de Oviedo donde el día 11 de noviembre había dado una
sesión de simultáneas. Yo le invité una tarde a mi
casa en Madrid, donde nos reuníamos diariamente varios
amigos ajedrecistas además de otras personalidades del
mundo de la política, las artes, el periodismo. Durante
aquella reunión ya
advertimos que el campeón estaba pasando por una
fuerte depresión nerviosa. Todos los que allí
estábamos no dejamos de tener unas palabras de estímulo
para con él. Estaba tan abatido que cada respuesta que
salía de su boca era demoledora para nosotros.
Advertimos las escasas ganas de vivir del campeón. Dijo
que nada le podía estimular para continuar luchando,
que su soledad, su dolor por la ausencia de su esposa,
su miedo al futuro, eran aplastantes y que necesitaba
cualquier cosa a la que aferrarse para
poder olvidarse de todo aunque sólo fuera por
unas horas. Al día siguiente llamé al Dr. Fernando
Sastre Martí que aconsejó que Alekhine ingresara en
una clínica cercana a Madrid donde él pasaba consulta.
Allí hizo lo indecible por el estresado maestro y todos
los amigos íbamos diariamente a visitarlo durante el
corto tiempo que fue huésped de aquel sanatorio. Poco a
poco se recuperó hasta el punto que aceptó de
inmediato la invitación de tomar parte en el torneo de Gijón
que se iba a celebrar en julio del próximo año”.
Alekhine
explica a Pomar un final de torres
En
cuanto a la forma de jugar de Alekhine, tanto en las
simultáneas como en los torneos en ese tiempo, de Agustín
fue contundente:
“Cuando
dos años antes (1941) le organizamos el torneo llamado
Alekhine, en el que quedé segundo y el campeón
participó para alargar su permanencia en España antes
de regresar al infierno, así como en las sesiones de
simultáneas que ofreció ese año y en 1943, debo
apresurarme a decir que Alekhine jugó como una
locomotora, yo le planteé el contragambito d5 contra la
apertura e4 y pronto me encontré con mi rey
desprotegido aunque estaba enrocado. Alekhine mantenía
el suyo en el centro del tablero, pero desencadenó tal
ataque contra la posición de mi monarca que apenas tuve
tiempo de reaccionar. Llegaba al tablero y me miraba
fijamente. Éramos buenos amigos, y yo trataba de
responder lo mejor y más de prisa que podía confiando
en unas remotas tablas. Pero delante de un tablero
Alekhine no respetaba ni a su madre (sic). Y menos a mí
con aquella ruina de posición. Así que con cuatro
mandobles me obligó a tirar el rey. Cuando le di la
mano para felicitarle me volvió a mirar por encima de
aquellos lentes redondos que se ponía para ejecutar
adversarios y quiso esbozar una sonrisa que se quedó en
una especie de mueca forzada. Apretó levemente la mía
y firmó esta planilla” -me
muestra una hoja amarillenta, donde pude ver la gran A
redondeada con la que el maestro encabezaba sus rúbricas,
debajo del movimiento 22.Db3 jaque, que era el acorde
final de una turbulenta lucha muy propia del estilo de
ambos jugadores.
Sin
embargo, y volviendo a la ausencia de Alekhine en el
torneo de Madrid de 1943, las causas fueron de índole más
oculta que el tratar de mantenerse alejado de los nazis.
“La
presencia de Keres, Bricknman y Sämisch en Madrid no sólo
se debía a participar en un torneo de relevancia menor
dentro del calendario propagandístico que el Reich tenía
programado en los territorios ocupados y amigos entre
1941-43, sino, y sobre todo, para recordarle a Alekhine
que al concluir el evento Alemania le estaba esperando
para continuar su tarea de difundir el ajedrez por
hospitales, clubs, asociaciones del Reich que veían al
campeón del mundo como el símbolo de lo que iba a ser
la nueva Alemania. Pero Alekhine sabía muy bien que la
guerra estaba perdida para el nacionalsocialismo y lo
que menos deseaba ahora era regresar al cadalso acompañado
por los tres maestros enviados a Madrid para vigilarle.
Era consciente de ello, señala de Agustín, y me lo
comentó una noche en el club. “Creo Manuel, me dijo
con tristeza, que la verdad está lejos de aquí, debo
salir de Europa si quiero estar a salvo y rehacer mi
vida”. En su voz se advertía el miedo. Le prometí
interesarme por este asunto y hago gestiones ante altos
cargos del gobierno y la policía secreta. Los temores
del campeón se confirman. Desde el gobierno me dicen
que mientras él esté en España su vida está
“protegida”, pero si se va, como sucedió,
“nuestra protección queda fuera de control”.
“Llevo
mucho tiempo en España”, me dijo una tarde Alekhine
mirándome con aquellos ojos azul claro que parecían
leerte los pensamientos, “los aficionados y
organizadores están cansados de verme, continuó, y el
dinero se agota, debo buscar otro lugar para ganarme la
vida”. Le tomé por el brazo y encaré
su demacrado rostro con estas palabras: “Jugar al
ajedrez lo puedes hacer en cualquier lugar, pero dormir
tranquilo después de cada partida en pocos países lo
podrás hacer mejor que en España en estos momentos”.
Clavó sus cansados ojos en mí y ante el tono de
resolución de mis palabras, exclamó: “¡Lo pensaré!”,
pero no volvimos a hablar más de ello. Yo porque pensé
que se quedaría y él porque ya tenía decidida su
partida. Ahora que he podido saber más cosas después
de estos 50 años trascurridos me doy cuenta de que
Alekhine temía más que por la escasez de dinero, por
su vida”.
Ante
mi cara de asombro, Manuel me invita a sentarme a su
lado en la mesa donde un precioso juego de piezas
Staunton nº6, esperan colocadas en perfecta formación
en sus casillas de origen
para una inexistente batalla.
Piezas pertenecientes a
Manuel de Agustín en el club Puerta del Sol
Mesa
y piezas de ajedrez Staunton de Manuel de Agustín. © Familia de Manuel de Agustín
Le
pide un café a Luisa, su mujer, quien solícita, como
siempre, se
apresura a servirlo. El famoso periodista me mira con
aire confidencial y me inquiere:
“¿Sabías
que Alekhine tuvo un amago de infarto durante el torneo
de Cáceres?
Asentí,
pero deseaba conocer más a fondo los motivos de ese
duro golpe a la salud ya mellada del campeón. De Agustín
continuó:
Alekhine en
plena concentración en Notthinghan 1936
“Su
ausencia del torneo de Madrid, como sabes, iba muy
ligada a
permanecer lo más alejado posible del gobierno alemán
e intentaba por todos los medios borrar el apelativo de
xenófobo que le habían colgado por aquellos
exasperantes artículos del Pariser Zeitung, escritos
según él, bajo presión y con la única finalidad de
mostrarse amable con un gobierno del que en esos
momentos dependía bajo todos los conceptos, en especial
si lo que buscaba era obtener un visado de salida junto
a su mujer Grace Wishar. Tampoco conviene olvidar que
esos escritos, por otra parte, demasiado aireados y
vilipendiados por muchos enemigos del campeón fueron
publicados en un tiempo en el que Francia era zona bajo
dominio alemán. En esos momentos la frontera de Francia
estaba cerrada para evitar el transfuguismo y el campeón
no tenía otro remedio que permanecer en España o como
muy lejos viajar a Portugal intentando esa salida que
jamás llegó, asegura. Para colmo de males durante
estos días recibe la noticia del fallecimiento de sus
hermanos Alexei, se cree que asesinado, y Bárbara.
Alexei había sido campeón de Kharkov, Ucrania,
secretario de la sección Ucraniana de Ajedrez así como
editor de varias publicaciones dedicadas al ajedrez
incluyendo un libro sobre el campeonato del Mundo entre
su hermano y Capablanca. Bárbara Alekhine vivió toda
su vida en Moscú, cultivando una de las ambiciones de
Alekhine, llegar a ser una estrella de cine. Ella
apareció en seis películas entre los años 1926 y 34,
pero sin conseguirlo.
Sus
muertes lo dejaron “tocado”. Para tratar de
mantenerlo a flote la Federación Española le sigue
organizando torneos en los lugares más dispares,
Madrid, Gijón, Sabadell, Almería, Melilla, hace una
gira por las Canarias y regresa a Madrid donde recibe la
carta de Londres en el que le retiran la invitación al
torneo.
Veiticuatro
horas antes de comenzar el torneo, un grupo de jugadores
encabezados por Euwe entre los que se encontraban, Sir
George Thomas, Bernstein, Tartakower, Friedman, Medina,
Abrahams y Steiner exigen su ausencia por
colaboracionista y es requerido por las autoridades
francesas para que se presente y se defienda de las
acusaciones lanzadas contra él.
Esto le provoca una depresión brutal, y un gran dolor en
especial al saber que algunos de los que creía amigos
como Medina, o Thomas, habían estampado su firma en esa
misiva de acusación. Pomar no lo hizo, naturalmente.
Alekhine era su maestro y amigo y lo admiraba. Además
con 15 años estaba ajeno a los caprichos de la política,
señala de Agustín. La angustia que le origina la
noticia desencadena una angina de pecho que a poco
estuvo de llevárselo para siempre. Me dijo que había
pedido su visado para regresar a Francia, e intenté
disuadirlo a toda costa. En ese medio tiempo le llega la
invitación del torneo de Cáceres al que asiste también,
inopinadamente como invitado, su amigo portugués
Francisco Lupi, que lo gana y gana también el torneo,
pues la salud del campeón era cada vez más precaria.
Me
llega una carta de él desde Cáceres donde me dice que
definitivamente se va con Lupi a Portugal porque allí
le tienen organizado una serie de exhibiciones que le
seguirán proporcionando ingresos modestos y de paso
descargar a la FEDA y a los organizadores españoles de
los gastos de casi tres años que llevaba entre
nosotros. Y como colofón una extraña frase que me dio
mucho que pensar: “Ayer noche he tenido una inesperada
visita de una persona para mí un tanto familiar de la
que ya te hablé pero no puedo decírtelo por carta. Nos
veremos en Madrid a mi regreso antes de salir para
Lisboa. Tu amigo Alekhine”. Sin pensarlo mucho le
contesté a vuelta de correo y le dije que fuera quien
fuese esa visitante que le había propuesto su viaje a
Lisboa, en España podía seguir escribiendo libros y
jugando torneos y exhibiciones…, pero ya no lo volví
a ver. Tres meses después, en la noche del 23-24 de
marzo de 1946, moría solo, en una fría habitación del
Hotel del Parque de Estoril, con la cena servida ante él
pero con los platos vacíos según las fotos que pudimos
ver en los periódicos de la época. Dictamen oficial de
la muerte: asfixia por un trozo de carne aojado en la
garganta, para mí, dice con rotundidad: un frío y vil
asesinato. El resto es historia manipulada”.
Benavente jugando con el actor Juste en su
camerino del Maria Guerrero durante una representación
de La Malquerida
Jugando
al ajedrez con Benavente
Volviendo
a la actividad periodística de de Agustín, en la que
el ajedrez ocupó desde siempre una parte muy
importante, su atención se centraba en los
acontecimientos nacionales e internacionales de cuyo análisis
y difusión vivió los 35 años de corresponsal en París.
Poco antes de su partida para la ciudad del Sena
su director José Sánchez Silva, el autor de Marcelino
Pan y Vino, le llama para que se presente en su
despacho:
“Sin
pérdida de tiempo me presenté ante D. José, que muy
solícito quería proponerme, o mejor ordenarme, uno de
esos trabajos que tanto odié siempre como eran las
entrevistas: -¡Oye sabio!, me dijo con una sonrisa cómplice
que a mi me escamó. Acabo de enterarme de que don
Jacinto Benavente se
pasa las noches en el María Guerrero jugando al
ajedrez con un amigo, mientras se representan Los
intereses creados. Ve a jugar con él y tráenos algo
original del maestro. Porque como sabes don Jacinto es
un hombre de un gran ingenio que todo el mundo admira y
creo que sería bueno para el periódico entrevistarle.
José
Sánchez Silva, autor de "Marcelino Pan y
Vino"
Y
ahí me tienes a mí en busca del premio Nobel sin
conocerlo de nada. Y por si fuera poco que me atendiera,
que me admitiera y además que quisiera jugar una
partida de ajedrez conmigo, un perfecto
desconocido…Imagínate los nervios que yo tenía
cuando me encaminé hacia el teatro. Hay una máxima que
dice que todo tonto tiene un dios que le ayuda y yo
siempre he confiado en ella. Y allá me fui. Pregunté
por don Jacinto y me dijeron que estaba en su camerino.
Llamo a la puerta. - Adelante, dijo alguien; empujo la
puerta y me encuentro con un grupo de personas alrededor
de una pequeña mesa viendo como don Jacinto y otro señor
jugaban al ajedrez. (El otro señor era el veterano
actor Ricardo
Juste rival asiduo del premio Nobel al que, como
relataba el propio Juste, "en ocasiones le dejaba
sin papel en el reparto de una obra para disponer de él
y poder empalmar las partidas. Benavente, jugando, era más
espontáneo que Juste; Juste, más cerebral. Pero jamás
pudo derribar el rey de Benavente. Al advertir éste el
mate, lo derribaba él mismo. Manías. --Santiago Córdoba”).
Alguien me presenta y el Nobel, sin levantar la vista
del tablero dice: - ¡Que me dejen en paz los
periodistas!. Entonces me acerqué a la mesa y le dije:
- Don Jacinto, yo he venido a jugar al ajedrez con usted
porque me han dicho que es usted un jugador muy fuerte.
Se levantó, me miró de arriba abajo y preguntó: - ¿Para
jugar conmigo?, pero si soy muy malo. Yo juego con éste
porque es peor que yo y le gano siempre.
-
No importa, insistí,
he venido a jugar y me agradaría mucho poder
hacerlo con usted. Me invitó a sentarme y al ver que yo
era un jugador experimentado, le gustó mucho porque así
aprendía. Jugamos durante ocho días consecutivos
y cada noche que volvía al periódico Sánchez
Silva me preguntaba: - Vamos a ver, sabio, ¿qué me
traes?. - Nada don José María. He jugado con él pero
no habló durante las partidas. ¡Pero eso es
imposible!, replicó, claro que conociendo a los
ajedrecistas no me extraña, ya que sois de lo más
raro. Y así los ocho días. Al noveno me llamó a su
despacho y me dijo: - Mira voy a cerrar el SÍ y
quiero lo de Benavente para mañana, así que mira a ver
si les sacas algo porque yo el domingo tengo que abrir
con una entrevista a don Jacinto.
D.
Jacinto jugando con sus sobrinos a los que les ofrecía
su reloj si le ganaban para incentivarles a practicar el
juego
El
biógrafo. Jacinto Santiago Córdoba con Benavente
Salí
de su despacho envuelto en un mar de contradicciones y
me fui a jugar, como todas las tardes en el Maria
Guerrero con Benavente. Después de las consabidas
partidas con el genio me fui a mi casa y comencé a
escribir una entrevista toda inventada, basándome
principalmente en lo que yo pensaba que diría a
esta o aquella pregunta. La firmé y me presenté al día
siguiente en el despacho del jefe. Éste comenzó a
leerla y se desternillaba de risa ante las ocurrencias,
según él, del gran escritor. - ¿Ves?, me dice, esto sí
que es ingenioso. ¡Ya te decía yo que tenía mucha
chispa! Mientras, para mis adentros estaba aterrorizado.
A la mañana siguiente la leería don Jacinto, escribiría
una carta al director diciendo que todo aquello era una
sarta de mentiras y de patitas a la calle. Claro que a mí
me daba lo mismo
porque de una manera o de otra iba a quedar en el paro,
pues si no la hubiera escrito el despido fulminante habría
llegado. Así que me resigné y a esperar
acontecimientos.
La
tarde siguiente fui al camerino de Benavente. Entré y
le dije: - Don Jacinto, vengo a pedirle perdón por la
entrevista. ¿Está usted muy enfadado conmigo? Yo
trataba de hablar con usted pero usted no decía nada y
me he permitido la osadía de adivinar entre sus
pensamientos esto que he escrito. Lamento que no tenga
ni el ingenio ni la altura, ni la gracia que tienen sus
respuestas, pero me han obligado a entregarlo porque me
han dicho que ocho días de convivencia don Benavente, sólo
a un obtuso como yo no le han dado ningún resultado.
Me
miró sonriente y me espetó: - Ha contestado usted
mejor de lo que yo lo hubiera hecho y sus preguntas han
sido muy ingeniosas. Le doy las gracias y me alegra
mucho saber que tengo tanto talento. De ahí que desde
aquel día decidiese no volver a hacer una entrevista y
así ha sido”.
La
contundencia y el énfasis de Manuel de Agustín en cada
una de sus respuestas y de sus pensamientos contrastan
con la educada sensibilidad que siempre manifiesta hacia
cualquier tema y la abierta y sincera visión que mantenía
hacia su pasado, el de su patria y el de sus amigos y
profesionales que le acompañaron o estuvieron a su lado
en estos casi setenta años de recorrer con su micrófono
y su máquina de escribir los frentes y salones de toda
Europa codeándose con las personalidades políticas
militares y culturales más relevantes del siglo XX.
Miguel
Ángel Nepomuceno
(19
Mayo 2017)
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